Cuando el padre de familia no reza
El pequeño Paul, que tiene
sólo cuatro años y medio, está arrodillado al lado de su cama diciendo sus
oraciones de la noche; parece que le está llevando mucho tiempo.
- “¿No has terminado tus oraciones?”, le pregunta su sirvienta.
- “Sí”, responde el niño, un poco avergonzado.
- “Bien, entonces, ¿qué estás haciendo ahora?”.
Cuando el padre reza con los hijos, el afecto y el cariño aumentan |
¿Precoz?
Quizá. ¿Pero no nos sorprenden a menudo los niños con sus percepciones?
Puede ser
que los padres no hayan perdido el hábito de la oración, por la gracia de Dios,
pero podría ser que no hagan que sus hijos los vean rezando a menudo. Orar y
dejar que los hijos vean que uno reza, son dos cosas diferentes.
No basta
con rezar individualmente. El deber de un padre de familia es rezar en nombre
de la familia, a la vista de la familia y con la familia. Los niños deben saber
que su padre honra a Dios; deben aprender de su ejemplo la necesidad y el gran
deber de la adoración.
La
oración, al menos por la noche, debe decirse en común. En muchas familias donde
todos se reúnen al final del día para honrar a Dios, es la madre quien dirige
la oración hasta que llegue el momento en que cada niño sea capaz de tomar su
turno. Sería mucho mejor que el padre tomara la iniciativa. Es la función que
le cabe, una función que es de un carácter casi sacerdotal.
Es
necesario tener en cuenta siempre que los niños no se pierden nada de lo que se
habla.
Adaptado
de “Cristo en el hogar”, del Padre Raoul Plus, S.J., (Colorado Springs, CO:
Gardner Brothers, 1951), 241–243
Fuente: Acción Familia
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