Uno
de ellos se dispuso a hacer el papel de ciego, y los otros dos lo llevaron a
los pies de una imagen de Nuestra Señora de Lourdes.
El
milagro que simularían consistía en que el muchacho, llegando a la gruta con
los ojos vendados, debía frotárselos con el agua de la fuente y gritar: “¡Estoy
curado! ¡Veo perfectamente!”
La
realidad, entretanto, fue bien diferente de lo que esperaban.
Había
muchos peregrinos, y cercaron a los muchachos embusteros, que fingían implorar
con lágrimas el auxilio de la Virgen para que curase al pobre ciego.
Ya
en la primera ablución, hecha con mala intención, el muchacho quedó ciego
completamente.
Lloró,
gritó, apeló por su madre. El pavor estaba estampado en su rostro.
Se
pidió a la Virgen a favor del infeliz, pero en vano. Enloqueció y fue llevado a
una casa de salud.
Se
puede engañar a los hombres, pero nunca a Dios. Con la Virgen no se juega.
Fuente:
Blog Lourdes e suas aparições (em Português). Traducción libre.
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