Como refiere Erick
Pastuszeck, en su libro “Is the fetus human?”, las investigaciones
señalan que cuando un hombre se da
cuenta de que su hijo ha sido abortado, con frecuencia experimenta severas reacciones negativas.
Ese trauma que sufre el padre se intensifica cuando la ley le niega
todo poder para proteger la vida del hijo que generó y aún no nació,
como ocurre en los EE.UU, donde la Corte Suprema determinó que, como el Estado no tiene el derecho de prohibir un aborto,
no puede concederlo a nadie más.
Lo que implica en el absurdo de que “no existen derechos naturales creados por la paternidad”.
Al punto de que una sentencia del Supremo Tribunal de California sugirió que el
niño es “un patrimonio del Estado”
y si el Estado no lo valora, “nadie
más puede protegerlo, ni siquiera quien lo engendró”.
Una de las graves consecuencias de esta situación es que, “si el hombre sabe que no tiene ningún
derecho, no crea un vínculo con ese bebé no nacido”, y “no protege a la madre que necesita un apoyo de su marido para
atravesar el embarazo”.
De ahí que “la mayor parte de
las relaciones se quiebran después del aborto”, el 80 % de
acuerdo a una estadística de la Abortion
Recovery Canada.
Fuente: Acción Familia
Comentario de este blog:
Algo más para pensar sobre las consecuencias de la ley del aborto. Los parlamentares
que lo aprobaron, y los que no votaron en el plebiscito para impedirlo, abrieron
camino para que no sólo las madres que
abortarán tendrán traumas graves,
sino que también los tendrán los padres.
En el futuro, ¿cómo se sentirán los padres al pensar que no tienen poder para proteger
la vida del hijo que generaron y que aún no nació? La mayoría de ellos (80%) se separarán de sus esposas, a juzgar por la
estadística mencionada arriba. Un mal (el aborto) generando otro mal (la
separación).
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