domingo, 8 de septiembre de 2013

8 de setiembre – Natividad de la Santísima Virgen (*)

La Natividad de la Santísima Virgen nos trae un pensamiento. (…) La situación del mundo [del tiempo en que Ella nació] era parecida con la del mundo de hoy; todos los vicios imperaban, todas las formas de idolatría habían dominado la tierra, (…) el mal y el demonio vencían completamente.

Pero, en el momento decretado por Dios en su misericordia, (…) hace nacer a la Santísima Virgen y con el nacimiento de Ella, que era la raíz bendita de donde nacería Nuestro Señor, comenzaba la obra de derrocamiento del demonio.

¡Cuántas veces el alma (…) está en lucha, está con problemas, contorciéndose o envuelto en dificultades! La pobre alma ni tiene idea de cuando llegará el día bendito en que una gran gracia, un gran favor vendrá a acabar con sus tormentos, con sus luchas. (…)

Hay ahí el nacimiento, en un sentido especial de la palabra, de las irrupciones de la Virgen en el alma del fiel. Y que, en la noche de las más grandes dificultades, de las más grandes tinieblas, de repente la Virgen aparece y comienza a eliminar las dificultades. (…)

Ella aparece como una aurora en su vida y comienza a representar algo de nuevo en su vida espiritual, que él ni conocía.

El mundo de hoy es tan parecido con el mundo [del tiempo en que Ella nació] que, si tenemos en cuenta que de un momento a otro la Virgen puede comenzar a actuar, puede tornar su acción más constante, más continua, más intensa de lo que ha sido hasta aquí  (…), pueden comenzar a suceder hechos extraordinarios que hagan sentir su presencia. Ahí tendremos una irrupción más de la Virgen en el mundo. (…)

Entonces, todo eso nos debe dar mucha alegría y mucha esperanza, con la seguridad de que la Virgen nunca abandona a sus hijos, y que, aún en las ocasiones más difíciles, Ella los visita, su presencia como que irrumpe entre ellos, resuelve sus problema, cura sus dolores, les da la combatividad y el coraje necesarios para cumplir su deber hasta el fin, por más arduo que sea. (…)

En las revelaciones privadas de muchos santos se cuenta que en las fiestas especiales de la Virgen, Ella baja al Purgatorio, concede un gran número de gracias y lleva un número enorme de almas al Cielo y, por otro lado, mejora las condiciones de muchas almas que no lleva al Cielo.

Eso nos da un poco idea de lo que Ella hace en la Iglesia militante. Su gracia baja sobre nosotros y nos obtiene favores. Es el momento de pedir a Ella que nos conceda un favor.

¿Qué favor debemos pedir? Que cada uno se recoja un poco, se concentre y pida una gracia cualquiera. (…) De modo especial, esta gracia de la Virgen establecer con cada uno de nosotros como que una alianza especial. Como que constituir vínculos de una filiación especial en nuestra relación con Ella, de manera que nos tome bajo su amparo particular y que, de esa firna, nos cure de la llaga del alma que Ella más entienda que nos deba curar. A veces no es bien lo que imaginamos, sino otra cosa. Aquello de que más necesite nuestra alma, que Ella nos dé.

(*) Partes adaptadas y transcriptas de una conferencia de Plinio Corrêa de Oliveira.
Para leer o texto completo (en portugués) clique aquí

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