Los franceses, que se consideran revolucionarios permanentes, se olvidan en ocasiones de lo mucho que deben a sus raíces católicas.
Hace unos días, François Hollande retiró un proyecto de ley presentado por su Gobierno, que modificaba varios aspectos de la legislación familiar. La víspera se habían manifestado enormes multitudes contra la “familifobia” de sus políticas.
Fueron familias comunes, agradables, que salieron pacíficamente a la calle para reafirmar su fe en la normalidad: un papá hombre, una mamá mujer. Y para proclamar su rechazo a las teorías de género importadas que se deslizan en el sistema educativo francés.
Se nota que ahora la protesta tiene raíces más profundas. La ley de “casamiento” homosexual, aprobada el año pasado, despertó inquietudes que rebasan las tradicionales divisiones políticas.
Es notorio el ascenso de un tipo de reacción cristiana que ya no encuentra cauce en la política tradicional. Afirma que existe un espacio en el que los ciudadanos tienen más legitimidad que sus representantes electos, en el que la democracia política está fracasando.
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Comentarios de este blog:
Esas reacciones que se ven en Francia se están dando también en otros lugares. Los gobiernos se ven obligados a retroceder cuando pretenden imponer medidas que la población no aprueba y que son contrarias a la Ley de Dios.
Ya noticiamos en este blog situaciones análogas en otros países.
Es por eso que debemos continuar la lucha para que en nuestro país sean derogadas las leyes impuestas por la izquierda que liberaron el aborto, el dicho “casamiento” homosexual y la marihuana. Utilice la internet, las redes sociales, las conversaciones.
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