“La Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen
María, terminado el curso de su vida terrena, subió en cuerpo y alma a la
gloria de los cielos”.
Con esas imperecederas palabras, el Santo Padre
Pio XII definió el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo en
cuerpo y alma, solemnemente proclamado el día 1º de noviembre de 1950, por la
Constitución dogmática “Munificentissimus Deus”.
Para recordar ese grandioso acontecimiento,
transcribimos trechos de una conferencia de Plinio Corrêa de Oliveira pronunciada
el 14/08/1965.
* * *
“El dogma de la Asunción de la Santísima Virgen
fue ardientemente deseado por las almas católicas del mundo entero, porque es
una más de las afirmaciones a respecto de la Madre de Dios que la coloca
completamente fuera de paralelo con cualquier otra mera criatura y justifica el
culto de hiperdulía que la Iglesia le tributa.
“La Virgen tuvo una muerte suavísima, tan suave
que es calificada por los autores con una propiedad de lenguaje muy linda, la “Dormición
de la Bienaventurada Virgen María” (Dormitio Beeatae Mariae Virgins), indicando
que Ella tuvo una muerte tan suave, tan próxima de la resurrección que, a pesar
de ser verdadera muerte, entretanto es más parecida a un simple sueño. La
Virgen, después de la muerte, resucitó como Nuestro Señor Jesucristo, fue
llamada a la vida por Dios y subió a los Cielos en presencia de todos los
Apóstoles reunidos, y de muchos fieles.
“Esa Asunción representa para la Virgen
Santísima una verdadera glorificación a los ojos de los hombres y de toda la
humanidad hasta el fin del mundo, así como proemio de la glorificación que Ella
debería recibir en el Cielo.
“La Iglesia triunfante entera va a recibirla,
con todos los coros de los ángeles; Nuestro Señor Jesucristo la acoge; San José
asista a la escena; después ella es coronada por la Santísima Trinidad. Es la
glorificación de la Virgen a los ojos de toda la Iglesia triunfante y a los
ojos de toda la Iglesia militante.
“Ciertamente, en ese día, la Iglesia sufriente también
recibió una efusión de gracias extraordinarias. Y no es temerario pensar que casi
todas las almas que estaban en el Purgatorio fueron liberadas por la Santísima
Virgen en ese día, de modo que allí hubo igualmente una alegría enorme. Así
podemos imaginar cómo fue la gloria de nuestra Reina.
“Algo de eso se repetirá, creo, cuando fuere
instaurado el Reino de María, cuando veamos el mundo todo transformado y la
gloria de la Virgen brille sobre la
Tierra”.
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