Siguen
tópicos de carta enviada por una lectora a la revista CATOLICISMO, y respuesta
de la revista.
Carta de la
Sra. Raquel
(…) Realmente
la vida, como está organizada actualmente empuja a la mujer hacia fuera [del
hogar], para trabajar. Incluso porque hay casos en que los maridos están
desempleados. Entretanto, la mujer no debería tener el mismo horario que los
hombres ni el mismo tipo de trabajo. Pero lo que no puedo aceptar es la opinión
que oí de una conocida.
-
Deberíamos tener acceso a los mismos trabajos que los hombres pues, ¿no somos
todos iguales?
Rematando
bruscamente la conversación ella dijo:
- No
tengo hijos porque no tengo tiempo para cuidarlos.
Pero yo
sabía que ella tenía mucho tiempo para dedicarse a sí misma, para viajes e
incluso para cuidar y pasear a su perrito”.
Respuesta de la
revista
Estimada
Sra. Raquel:
Concordamos
con usted en género, número y grado, en la apreciación que hace sobre la
actitud de su conocida. No aprobamos la lamentable opinión de ella, y podríamos
preguntar: ¿puede haber ocupación más noble y placentera para una madre que
dedicarse a proteger y a educar a sus hijos, a preservar su inocencia y
formarlos en la virtud? ¿Habrá tiempo mejor empleado que ese? O sea, madres dispuestas a sacrificar
inclusive su tiempo libre, o parte de él, por causa de los hijos?
Desgraciadamente, la sociedad moderna no
está organizada en función de los altos valores morales católicos, pero sí de
conceptos hedonistas (concebir como finalidad de la vida la búsqueda del
placer). Nace así la ambición desenfrenada de ganar dinero y, con ella, el
deseo de “aprovechar” la vida. Para esto, trabajar mucho. Así, los hijos son
considerados un obstáculo que “roba” el tiempo dedicado a sí mismo, al gozo de
la vida, etc.
Sociedad “anti-hijos”
Otro factor, originado principalmente en el
siglo XX, es la urbanización y la industrialización, que produjeron profundas
transformaciones en la institución familiar, forzando e incentivando la
constitución de la llamada “familia nuclear” (compuesta sólo por los esposos,
uno o dos hijos y – según la Sra. Raquel – “un perrito”…).
Un estilo de vida bien diferente del de la “familia
patriarcal” (prole numerosa, con muchos parientes que conviven intensamente,
con visitas recíprocas etc.). En esta última, la formación de los niños se daba
en una atmósfera de mucha convivencia social. Desde los abuelos o incluso de
los bisabuelos, hasta los primos de diversas edades. La mujer permanecía en
casa, con la noble y elevada misión de madre de familia, velando por los niños,
inculcándoles las primeras nociones de la fe católica, la admiración por los
actos destacados de los antepasados, y cuidando de las tareas domésticas.
De paso, estamos conscientes que la vida
como está organizada hoy – o desorganizada – y, muchas veces, debido a
exigencias económicas, obliga a la mujer a trabajar fuera del hogar.
Frecuentemente ella es más una víctima que autora de una situación que a ella
no le gusta. Pero en este caso el trabajo debería ser delicado, que condiga con
la naturaleza femenina. La mujer no tiene vocación para hacer trabajos pesados
como, por ejemplo, los de cargadora de fardos o camionera.
Es necesario añadir que debería ser una
labor suave, que diese a la mujer las condiciones de ejercerla sin extenuarse; que
le proporcionase tiempo también para cuidar del hogar y desvelarse por la
prole; que no le exigiese ausentarse todo el día; que no la obligue a llegar a
su casa agotada de tal modo que no pueda dar la debida atención a sus hijos.
Armonización
entre trabajo y familia
Ya que tanto se habla de derechos de las
mujeres, ¿porqué no emprender una acción que les facilitase el ejercicio de su
elevada misión de madres de familia, incentivando trabajos, con horarios más
flexibles y más apropiados a las de madres de familia? ¿Por qué no elaborar,
por ejemplo, una política de gobierno que las auxilie a conciliar familia y
trabajo, no creando dificultades a la permanencia de la madre con sus hijos,
favoreciéndolas particularmente – lo que es indispensable – durante sus
primeros años de vida?
No vemos, sin embargo, movimientos
feministas defendiendo esos auténticos derechos, pero sí reivindicando la
equiparación de la mujer al hombre, la liberación de la mujer y el derecho al
trabajo, como si ella pudiese contribuir más a la sociedad como trabajadora que
como madre. Tales reivindicaciones serían más apropiadas a un movimiento de
masculinización de la mujer que a un movimiento feminista.
Esta “lucha” de las feministas por la
igualdad entre hombres y mujeres, las perjudica gravemente.
En ese feminismo vemos incrustada, además
de una reivindicación antinatural, una revolución igualitaria contra las
desigualdades naturales y complementarias establecidas por Dios entre los
sexos.
Vea en este blog otras materias sobre FAMILIA, MADRE
y FEMINISMO.
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