¡Y nosotros,
gran Dios! A pesar de que haya tanta gloria y tanto beneficio, tanta dulzura y
tanto provecho en serviros, ¿casi nadie tomará vuestro partido? ¿Casi ningún
soldado se alistará en vuestras filas? ¿Casi ningún San Miguel clamará, en
medio de sus hermanos, lleno de celo por vuestra gloria: Quis ut Deus? ¡Ah!,
permitid que grite por todas partes: ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro!
¡Socorro! ¡Fuego en la casa de Dios! ¡Fuego en las almas! ¡Fuego hasta en el
santuario! ¡Socorro que asesinan a nuestro hermano! ¡Socorro que degüellan a
nuestros hijos! ¡Socorro que apuñalan a nuestro buen Padre!
(De la “Oración
abrasada” de San Luis María Grignion de Montfort)
(Quis ut
Deus? = ¿Quién como Dios?)
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