Sor Fernanda Barbiero es la nueva “visitante”, mejor dicho “normalizadora” de las Franciscanas de la Inmaculada.
El papel de la Hermana Barbiero es comparable al del remedio administrado a un paciente sano: no se entiende el motivo. Además del riesgo de provocar daños, cada remedio tiene siempre sus contraindicaciones, muchas veces pesadas, cuando es recetado sin razón.
¿Quién es la Hermana Fernanda Barbiero? Algo se puede deducir de su discurso titulado La Religiosa en la Iglesia, hecho el 28 de enero de 2012 en una reunión del USMI e del CISM. Es contundente la explícita convocación que ella hace en la IV conferencia Mundial de las Naciones Unidas, realizada en 1995 en Pequín. La Hermana Barbiero, con injustificado énfasis, define a la tal Conferencia como siendo “la gran transformación”, el primer paso de las mujeres rumbo a la “ascensión al poder”, a una especie de “ciudadanía” en los ámbitos “social, político, económico, eclesial y académico”.
En realidad, la Conferencia de Pequín no fue sino la alfombra para inyectar en la sociedad mundial el venenoso y engañador concepto de “género”, ideológicamente, capciosamente y falsamente considerado como sinónimo de “identidad sexual cultural”, promoviendo así una completa libertad de elección de “orientación”. La Conferencia de Pequín de 1995 fue la raíz de los males contemporáneos: en la segunda versión del documento preparatorio, el término “género” aparece en casi todos los párrafos.
Por otro lado, se registra la total ausencia de referencias a la maternidad y al papel de la mujer y del marido; todo ya viene proyectado para más allá de los conceptos de “hombre” y de “mujer”, imponiendo de hecho el concepto de género y de identidad de género a todas las políticas de las Naciones Unidas. Un desastre.
Tanto que, enseguida después de la Conferencia, la propia Santa Sede se sintió en el deber de hacer algunos esclarecimientos y rectificaciones a través de un documento titulado Reservas y declaraciones interpretativas (curiosamente aún disponible en el sitio del Vatiocano apenas en español), en el cual critica fuertemente la “Plataforma de Acción” de la Conferencia de Pequín, por atentar contra la familia fundada en el matrimonio, ocultar el aborto, la homosexualidad y la contracepción por detrás de subterfugios como “salud reproductiva”, “salud sexual”, “derechos reproductivos”, “planeamiento familiar”, “regulación de la fertilidad”. Todos juzgados por la Santa Sede como “moralmente inaceptables”.
En el texto del Vaticano se reafirma la total y convicta desaprobación de cualquier “forma de legislación que dé reconocimiento jurídico al aborto”, pidiendo para incluir tales “reservas” en el relato final de la cúpula de la Conferencia de Pequín. Ahora, el hecho de que la Hermana Barbiero indique precisamente la tal devastadora Conferencia como un punto de referencia fundamental, representa un paso en falso, engañoso, equivocado y realmente preocupante.
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