El conocido diario La Croix, en su sección Religión y Espiritualidad, publicó un extenso reportaje en cuyo epígrafe se lee: “Es cada vez mayor el número de niños de más de siete años que comienzan un camino de fe, para sorpresa de sus familiares”.
Siguen algunos datos extraídos de ese reportaje.
“Para tornarme mejor”. “Porque sentía necesidad de crecer con fe”. “Para dar un sentido a mi existencia y poner mi vida en las manos de Dios”. Con esas palabras Alexandre, Vitoria y M´Ballou cuentan lo que les sucedió.
Junto con otros diez compañeros de sus capellanías [pastorales escolares] de Vanves y de Malakogg (Hauts-de-Seine), esos adolescentes de 14 a 19 años se preparan para tornarse cristianos. Su deseo de ser bautizados no tiene origen en sus tradiciones familiares.
Es imposible enumerar, entre los 12.000 niños de 7 a 12 años y los 5.000 mil adolescentes de 12 a 18 años, bautizados por año, cuántos iniciaron un camino enteramente personal, en el cual los padres absolutamente no intervinieron, fuesen no creyentes, practicantes de otra religión, o simplemente alejados de la Iglesia. Los responsables constatan que el fenómeno toma gran amplitud.
Con una madre no bautizada y un padre ateo, a los 14 años, Alexandre, buen alumno, eligió abrazar la fe católica, para sorpresa de los padres.
Al asistir a un bautismo, M´Ballou, que se prepara para un concurso de enfermería, sintió deseo de aproximarse a la Iglesia. “Yo crecí libre pero sin fe, entre una madre católica y un padre musulmán. Me di cuenta de que la fe me hacía falta”, cuenta el joven, hoy con 19 años.
Para Vitoria, 17 años, en su casa nunca se puso el problema de la religión. “Mis padres son divorciados. Mi madre es bautizada, pero nunca fue al Catecismo, y mi padre tiene la imagen de la muerte tatuada en el brazo: la religión de ningún modo es de su gusto”. Desde los 6 años, la niña viene pidiendo regularmente ser bautizada, pero sin resultado. Hasta que “a los 15 años, me enojé verdaderamente” y entonces su madre telefoneó a la capellanía.
Que en este siglo de incredulidad puedan germinar gracias tan insignes y al mismo tiempo inesperadas, sólo puede ser atribuido a una acción del Espíritu Santo, a pedido de la Santísima Virgen.
A los que tienen fe les cabe acompañar el fenómeno, favorecerlo cuanto le sea posible, y rezar para que crezca el número de los que desean ser bautizados, no sólo en Francia sino también en el mundo entero.
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