Una nueva generación de jóvenes católicos comprometidos en la defensa de la institución familiar y en la vigencia de la moral en la sociedad viene causando consternación en la Conferencia Episcopal Francesa, según la revista Figaro Magazine.
El episcopado francés está con la conciencia pesada, pues se comprometió hace décadas con el socialismo y el comunismo bajo el pretexto de conquistar a la clase obrera – escribió el vaticanista Jean-Marie Guénois, del grupo de Figaro.
Entretanto, después de modernizarse al punto de casi no identificarse con su pasado, en el fin del siglo XX el episcopado percibió que había perdido su influencia sobre la clase obrera que tiende hacia la extrema derecha.
¡El nuevo problema es que el episcopado – que intentó dar a luz una “Iglesia joven”, desacralizada e igualitaria – perdió ahora la adhesión de la juventud!
Sin embargo, según Guénois, muchos, y de los más importantes, obispos del país, que siempre procuran leer las “señales de los tiempos”, ni siquiera dieron la impresión de haber percibido la inmensa transformación.
Las familias católicas jóvenes movilizan centenas de millares de personas contra la ley socialista del llamado “casamiento” homosexual. Y hasta algunos obispos apoyaron ese movimiento favorable a la moral familiar. Pero la mayoría de ellos no quiso participar, y algunos hasta continúan cooperando con el poder socialista.
El problema, dice el vaticanista, es que el desacuerdo de actitudes pastorales acabó dividiendo los obispos. En la reunión plenaria anual de primavera, en Lourdes, ellos se desahogaron como nunca lo habían hecho antes.
La gota que hizo desbordar el vaso fue el convite de la Conferencia Episcopal a Fabienne Brugère – discípula de Judith Butles, una especie de “papisa americana de la ideología de género” – para hablar en una jornada nacional de responsables diocesanos de la pastoral familiar.
El terremoto entre los jóvenes católicos fue tal que el evento tuvo que ser cancelado en clima de catástrofe.
Esa nueva generación no es un fenómeno surgido de la nada, o de las manifestaciones contra el dicho “casamiento” homosexual. Viene de bien más lejos.
Fue formada en un ambiente familiar. Y quiere interioridad, oración y cultura. Por eso no entiende el desorden que invadió al clero y al culto de muchas parroquias católicas.
No nació de movimientos eclesiales y no desea saber de las querellas del período pos-conciliar, sino que quiere mostrarse ufana de su catolicidad.
Según dos encuestas mencionadas por el Figaro Magazine, el 90% de este movimiento de jóvenes entre 16 y 30 años son católicos practicantes.
Seis por ciento de ellos van a misa todos los días. Para 77%, la devoción eucarística ocupa un papel “esencial” o “muy importante” en la vida. Y ellos quieren la Sagrada Eucaristía entendida en su sentido genuinamente católico y no en las distorsiones modernistas.
De esa generación, 72% prefiere el nombre “católico” en vez de “cristiano”, al revés de lo que sucedía en los años 70, y 58% se sienten cómodos con la enseñanza moral de la Iglesia, sobre todo en lo tocante a la moral conyugal.
La nueva generación, que sin ningún complejo se afirma católica, perturba a una parte de los obispos, dice Guénois, pues actúa libremente con relación a un clero que abandonó la dimensión histórica de la Cristiandad y de la cultura católica.
Por las mismas causas, se desinteresa de los partidos políticos, que, mientras tanto, la procuran sin suceso. Se presenta en Francia como la señal de un posible despertar de un catolicismo insumiso a los clichés gastados de la modernidad.
No tiene líderes, pero está revelándose un vivero de talentos que aún no dijeron su última palabra, concluye Figaro Magazine.
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