El 1º de
noviembre se celebra el día de Todos los Santos, es decir todos los hombres y
mujeres que murieron, se salvaron y cuyas almas están en el Cielo, gozando de
la felicidad eterna. El Apóstol San Pablo dice: “Si morimos con Cristo, tenemos
fe de que también viviremos con Él” (Rom.6.8)
Al día siguiente, el 2 de noviembre, con el desvelo de Madre, la Iglesia conmemora el día de los Fieles Difuntos. Después de festejar la gloria de todos los que se encuentran en el Cielo, vuelve su mirada misericordiosa a las almas que están sufriendo en el Purgatorio.
Como hijos
de Dios, debemos procurar aliviar las penas y aún obtener de Dios que libere
las almas que padecen en el Purgatorio, especialmente las de nuestros más
próximos, parientes, amigos. Aliviamos sus padecimientos rezando por ellas –
todos los días y en particular el 2 de noviembre – pidiendo la intercesión de
la Santísima Virgen para que las lleve cuanto antes a la gloria de la
bienaventuranza eterna.
Desgraciadamente,
en nuestros días se procura desviar la atención de asuntos relacionados con la
muerte. Entretanto, ninguno de nosotros sabe si vivirá mañana. A cada paso la
muerte nos roza – es un pariente, un amigo, un vecino que se va – pero procuramos
no pensar en ese tema tan serio, como si no nos dijese nada al respecto.
Por otro
lado, se procura cada vez más olvidar esta recordación del Día de Difuntos
substituyéndola por el Hallloween (día
de las brujas), que recuerda cultos del antiguo paganismo, haciendo surgir
cosas hediondas y siniestras, sobre todo cuando asocian el
Halloween con las marchas de zombies (o de los muertos vivos, como en la foto al lado), que desfilan por las ciudades sus horrores asquerosos, macabros e infernales.
Halloween con las marchas de zombies (o de los muertos vivos, como en la foto al lado), que desfilan por las ciudades sus horrores asquerosos, macabros e infernales.
Mientras el
Halloween y la Marcha de los Zombies impelen para las cosas cadavéricas, para lo
horrendo, propio del infierno y los demonios, las celebraciones en los días de Todos los Santos y de los Difuntos, elevan nuestros ojos hacia el
Cielo, sus Ángeles y sus Santos.
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