China está caminando para ser el país con mayor número de cristianos del mundo, para desesperación de los líderes ateos del Partido Comunista.
Un poco en todas partes se erguen nuevos templos coronados por una Cruz, indicadores de esa conversión religiosa.
En medio a las incesantes convulsiones revolucionarias en más de medio siglo de dictadura comunista, los chinos están encontrando en el Evangelio y en la Cruz de Cristo el puerto de paz y seguridad espiritual que sentían les faltaba. Y ese fenómeno interior es incontrolable por la policía y por las organizaciones del Partido dictatorial.
“Es una cosa maravillosa ser un seguidor de Jesucristo. Da una gran confianza”, explicó Jin Hongxin al periodista de The Telegraph de Londres, mientras contemplaba una gran cruz dorada en Semana Santa.
Parafraseando a Tertuliano, quizá sin saberlo, Jin dijo: “Si todo el mundo en China creyese en Jesús, entonces no habría más necesidad de puestos policiales. No habría más bandidos y, por lo tanto, no habría más crímenes”.
Fenggang Yang, profesor de sociología en la Universidad Purdue, en Estados Unidos, y autor del libro “Religión en China: sobrevivencia y renacimiento bajo el comunismo”, explica:
“Por mis cálculos, China se va a tornar el país con mayor población cristiana en el mundo. Y esto se va a dar muy rápido. En menos de una generación (25 años)”.
Según el profesor Yang, por vuelta de 2030, el total de población cristiana china superaría 247 millones, un número bien arriba de Méjico, Brasil y Estados Unidos, que tienen las más numerosas concentraciones de católicos en el mundo.
“Mao creyó que conseguiría eliminar la religión, y hasta pensó que lo había conseguido”, comenta el profesor Yang. “Pero es irónico, él no consiguió. Y, en el momento actual, fracasó completamente”.
La persecución socialista no ha disminuido, pero está perdiendo el control. En innúmeros hogares, millones de personas leen en conjunto la Biblia y practican actos de piedad.
Estas “iglesias domésticas” son ilegales y “subterráneas”. No tienen permiso del Estado y congregan el mayor número de neófitos.
Los frecuentadores de templos abiertos son espiados regularmente. La policía instala descaradamente videocámaras dentro de los templos para intimidar a los predicadores.
“Ellos quieren que el predicador hable de modo comunista. Ellos quieren que el pueblo practique la religión en el espíritu comunista”, dijo un predicador doméstico improvisado.
Obviamente, el régimen chino incumbió a diversos representantes académicos y políticos de contestar los números y proyecciones del profesor Yang.
La polémica, entretanto, resbala en un punto clave: no hay estadísticas oficiales sobre práctica religiosa. El régimen no quiere.
El temor del socialismo ante una investigación o censo serio y confiable, alimenta las hipótesis que hablan de un crecimiento fuerte del cristianismo que el gobierno no quiere reconocer. Muchos otros indicios apuntan en el mismo sentido.
La Biblia es tenida oficialmente como un libro subversivo. Y cuando el libro de Daniel dice que el profeta se niega a obedecer las órdenes de un rey que va contra Dios, el régimen considera que eso es “muy peligroso”.
Se acumulan tempestades en el horizonte religioso chino, incluyendo grandes luchas entre los seguidores de Jesucristo y los adeptos del Partido Comunista.
En esa confrontación, es probable que los chinos que procuran sinceramente la Verdad, acaben encontrando la única verdadera Iglesia de Jesucristo: la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.
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1 comentario:
Gostei do comentário sobre o crescimento do Catolicismo na China.
Enquanto nós vemos no Ocidente um abandono dos princípios religiosos esta notícia do crescimento do numero de catolicos na China (soube que tambem na África isso se passa) nos dá muita esperança. Obrigado. Machado Costa
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