lunes, 14 de julio de 2014

"Se puede encontrar a Dios en el laboratorio", sostiene el “padre” del genoma humano

Nacido en 1950 en una granja de Virginia e hijo de padres creyentes, pero no practicantes, Francis Collins detalla en una entrevista a la cadena CNN que nunca tuvo un arraigo o cercanía con lo espiritual. “Fui criado en un ambiente extraordinario por un padre profesor de dramática y una madre escritora, rodeado del teatro, la música, las artes. Ellos estaban viviendo sus propios años sesenta, y me vi expuesto a todo tipo de fascinantes formas de aprender sobre la vida y el mundo o ideas. Pero la fe no estaba en la lista de cosas sobre las que hablábamos”.
 
Así, Francis se volcó a la química y en sus veinte ingresó a la Universidad de Virginia. Posteriormente sacó un doctorado de Química y Física en Yale. Luego obtuvo el título de medicina en la Universidad de Carolina del Norte. Necesitaba saber y comprender, afirma, “tenía destellos, cierta añoranza de algo fuera de mi mismo, en cierto sentido de que tal vez hay un Dios arriba al que pudiera llegar a acercarme”.
 
El ateo intenta destruir el misterio de Dios
 
Sin embargo la evidencia empírica lo atrapaba y realizó sus primeros pasos en el mundo de la medicina  pensando que el ateísmo era la postura “más correcta”. El científico, también estudió mecánica cuántica y postulaba que todo en el universo podía explicarse a través de ecuaciones. Sin buscarlo era un referente en las discusiones existenciales y relativistas de círculos intelectuales de Estados Unidos durante la década de los setenta. “Partí del propósito de intentar descubrir cuáles eran realmente los argumentos rigurosos que habían y que descartarían cualquier posibilidad de Dios para una persona pensante”.
 
La evolución genética y el alma humana
 
Sin embargo cuando a los 27 años enfrentó en el cada día el dolor y las esperanzas de sus pacientes, ellos le remitían nuevamente a esa persona que su alma resistía. “Uno no puede estar en ese ambiente – explica – sentado junto a la cama de gente que se enfrenta al final de sus vidas sin que ello te afecte. Cuando ellos me hablaban de «nacer de nuevo» no sabía a lo que se estaban refiriendo… Luché durante dos años con este debate dentro de mí mismo, llegando gradualmente a la conclusión de que creer en Dios era la más plausible de las opciones, pero que no podía ser probada”.
Se acrecentaron sus interrogantes cuando llegó a sus manos una copia del libro de C. S. Lewis llamado Mero Cristianismo. En cada párrafo, recuerda Collins, concluía que Dios es una posibilidad racional. “Era un argumento que no estaba preparado para oír”, reconoce. Tras meses de lucha sobre si dar o no el salto, “en un precioso día de otoño, haciendo senderismo en el noroeste de Estados Unidos, con mi mente un poco más clara que de costumbre, porque no estaban las distracciones usuales, sentí que ya no podía seguir resistiéndome y me convertí en creyente ese día, bajo los rayos del sol y a la sombra de las cascadas de las montañas”.
 
El “padre” de la genética moderna conquistado por Dios
 
En lo profesional Collins se abocó luego a la genética hasta llegar a logros de público reconocimiento cuando en 1989 identificó el gen de la fibrosis quística. Desde aquel momento, Collins se convirtió en el más destacado “cazador de genes” del planeta. A él y sus colaboradores se debe la disección de las bases genéticas de múltiples enfermedades, como la neurofibromatosis o la corea de Huntington.
 
Todos esos méritos le llevaron en 1993, a sustituir a James D. Watson como director del National Center for Human Genome Research de Estados Unidos. Desde esa privilegiada posición, Collins dirigió el Proyecto Genoma Humano, una iniciativa que alcanzaría trascendentales resultados para el mundo científico, cuyos aportes fueron entregados el año 2000. “Una de las grandes tragedias de nuestro tiempo es esta impresión que ha sido creada de que la ciencia y la religión tienen que estar en guerra” escribió más tarde en su libro titulado “El lenguaje de Dios”.
A través de la investigación de la “majestuosa e impresionante obra de Dios, la ciencia puede ser realmente un medio de culto”, destaca poniendo en vínculo la riqueza de sus aportes científicos y la verdad de la fe. Frase que dejó además entre líneas la clave de la vida espiritual de Collins. “Como científico que además es creyente, descubro en la exploración de la naturaleza una vía de comprensión de Dios. Se puede encontrar a Dios en el laboratorio, de igual forma que en una catedral”.
 
Por su trabajo, recibió el Premio Príncipe de Asturias de investigación científica y técnica en 2001 y ocho años después fue nombrado por el Papa Benedicto XVI miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. Mismo año en que también fue condecorado con la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos. Tras el descubrimiento del genoma humano pudo “vislumbrar el trabajo de Dios” y reivindicó los argumentos racionales que existen para afirmar que los descubrimientos científicos llevan al hombre “más cerca de Dios”. “Básicamente, hay algo escrito en nuestros corazones que está universalmente en la especie humana haciéndonos diferentes a las otras especies y llamándonos al bien y la santidad, señalándonos, como si de un cartel se tratara, hacia algo más allá de nosotros que es mucho más bueno y mucho más santo de lo que podemos imaginar”.
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