Plinio
Corrêa de Oliveira
En cierto sentido, la más viva de todas las
sociedades es la familia. En efecto,
si bien que el Estado, como otros grupos sociales inferiores, nazca del propio
orden natural de las cosas, ninguna
sociedad es tan imperiosa y, por así decir, urgentemente creada por la
naturaleza, cuanto la familia.
Podemos concebir la sociedad humana viviendo embrionariamente en una estructura
familiar, anteriormente a la existencia del Estado. No podemos concebir el
estado viviendo anteriormente a la familia, o sin ella.
Por otro lado, no hay sociedad para la cual
estemos tan naturalmente propensos.
Todas las disposiciones de espíritu necesarias al funcionamiento regular de la
familia existen en nosotros – al menos de cierto modo – espontáneamente: el
respeto de los hijos a los padres, la comprensión, el amor, el mutuo auxilio,
entre los miembros. Comparada con la familia, cualquier otra sociedad parece tiesa,
rígida, en cierto sentido artificial.
Uno de los trazos característicos de la
civilización cristiana edificada en Occidente después de la invasión de los
Bárbaros consistió en hacer de la
familia, no sólo una institución
de vida puramente doméstica y privada, como es hoy, sino la unidad propulsora de todas, o casi
todas, las actividades políticas, sociales y profesionales.
El bien
inmueble era frecuentemente más
familiar que individual. La casa, la tierra, el feudo eran considerados
mucho más como el patrimonio de la
familia que del individuo. Lo mismo se dio en el artesanado y en el
comercio, en que se manifestó la tendencia de transmitir la profesión de padre a hijo, en varias generaciones.
Si examinamos el campo de la ciencia y de las artes, veremos también con cuánta frecuencia los miembros de una familia se dedicaban al mismo
ramo.
En la administración,
tanto feudal cuanto municipal o real; en las finanzas, en la diplomacia,
en la guerra, en todos los campos, en fin, notamos que
la familia en cuanto tal era, en
toda la medida de lo posible, la gran
unidad de acción y de propulsión.
Los feudos, las corporaciones, las universidades,
los municipios, nada había que escapase
a la penetración de la familia. De
tal forma que el Estado – un reino,
por ejemplo – no era sino una familia de
familias, gobernada por una familia: la familia real.
Con las reservas con que imágenes como ésta
deben ser empleadas, se puede decir que la
familia penetraba en todas las partes del organismo social, como las
arterias penetran e irrigan todos los miembros del cuerpo humano. Y así, la familia comunicaba algo de
especialmente vivo, plástico, orgánico, a todas las instituciones políticas, sociales,
económicas, etc.
(Negritos
nuestros)
Para
ver la materia completa clique aquí.
Vea en este blog otras materias sobre FAMILIA.
Clique aquí.
Sugiera a otras personas que acompañen este blog Familia Uruguaya Cristiana. Envíeles el link del blog: http://familiauruguayacristiana.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario