martes, 4 de marzo de 2014

RELIGIÓN – San José y Santa Teresita – Fe y devoción de una madre.

La devoción a San José, santo esposo de María Santísima era tradicional en la familia de Santa Teresita del Niño Jesús. En la “Historia de un alma”, Santa Teresita escribió: “Desde la más tierna edad en mi alma se confundian el amor de San José con el de la Santísima Virgen”.
 
En sus poesías, al hablar de la Sagrada Familia de Nazaret, recuerda la humildad, el amor y la dedicación de San José. Celia Guérin, la piadosa madre, devotísima del Santo Patriarca, a Él confiaba todas las empresas y los sufrimientos.
 
Dio a los dos niños que tuvo el nombre de San José, José Luis y José João Batista. Ambos murieron en tierna edad. La esperanza de un hijo misionero se desvaneció. Sin embargo, los esposos continuaron a rezar, y el Señor les dio más que un simple misionero: ¡les dio la Patrona de todos los misioneros!
 
El 2 de enero 1873 nació, en Alençon, Teresita. Poco después del bautismo, la niña languidece y parece seguir el camino de los hermanitos ya idos al cielo. El médico aconseja buscar una nodriza buena y sana, como última tentativa. Ésta, al llegar, encuentra a la niña en un estado lamentable. ¡Pobrecita! Es tarde demás! Ya no hay más recurso...
 
La pequeña está lívida, con señales de agonía.
 
Celia subió al segundo piso y se retiró al cuarto. No le sobraban fuerzas para asistir a la agonía de otra hija, ¡y en tan poco tiempo! Sin embargo, al contemplar la imagen de San José, su protector de todas las horas, cayó de rodillas y exclamó, llena de confianza: " Mi querido San José, no me doy por vencida! Eres el patrono de las causas desesperadas, valedme".
 
Baja. Alegría inesperada: la niña toma el pecho de la ama. La felicidad fue momentánea, sin embargo. San José quería experimentar la confianza de su devota. Teresita, después de esta señal de vida, cae desfallecida nuevamente. Ni un soplo de vida. Celia, bañada en lágrimas, suspiró resignada: ¡Hágase vuestra voluntad, Dios mío! ¡Mi San José, os doy gracias por la muerte suave que permitisteis a mi angelito!
 
De pronto, con asombro general, Teresita abre los ojos, se reanima y sonríe a su madre. La agonizante de pocos minutos estaba salvada. San José hizo el milagro. En aquél mismo día la pequeñita se amamantaba y la llevaron a la casa de la ama a pocos quilómetros de Alençon.
 
San José salvó la vida de la más grande santa de los últimos tiempos, según las expresivas y proféticas palabras de San Pío X.
Fuente: "El Poder y la Gloria de San José" - Monseñor . Ascanio Brandão - Editora Ltda. Ave María.
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